EL OJO DE EVA





EL OJO DE EVA
KARIN FOSSUM
(Trad. Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo)
Ed. Debolsillo, Barcelona, 2010


- Emma andaba a paso ligero delante de ella, sin mucha gracia. Pesaba demasiado. Una niña regordeta, con la boca grande y el rostro anguloso. Era pelirroja, los cabellos iban golpeándole la nuca, y la humedad del aire hacía que parecieran sucios. No era en absoluto una niña guapa o agraciada, pero ella lo ignoraba, y por eso caminaba despreocupada, dando torpes saltitos, con esas ganas de vivir que sólo se aprecian en los niños. Faltan cuatro meses para que empiece el colegio, pensó Eva. Algún día, la niña se vería reflejada en los rostros críticos del patio, vería por primera vez su fealdad. Pero si era fuerte, si se parecía a su padre, ese hombre que había encontrado a otra mujer, había hecho el equipaje y se había marchado, entonces nunca repararía en ello. En eso iba pensando Eva Magnus. Pág. 13

- La señora Einarsson tenía un tresillo de piel color rosa y una alfombra de pelo largo debajo de la mesa del salón. Era una habitación femenina. Llevaba viviendo sola seis meses, tal vez había empleado ese tiempo en deshacerse de todos los elementos masculinos, si alguna vez los hubo. Ni aquella vez ni ésta pudo vislumbrar en ella ni rastro de pena o amor por ese hombre que habían encontrado en las oscuras aguas fluviales, perforado y gris, como una vieja esponja. La aflicción tenía que ver con otras cosas, con asuntos prácticos, tales como de qué iba a vivir y cómo iba a poder salir en busca de un nuevo marido si no tenía dinero para pagar a alguien que se quedara con el niño. Esos pensamientos deprimían a Sejer. Le hicieron estudiar con detenimiento la foto de la boda que había sobre el sofá, una foto muy suntuosa de la joven Jorun con el pelo aclarado. A su lado estaba Einarsson, menudo y algo chupado, un adolescente con un bigote poco poblado debajo de la nariz. Posaban lo mejor que sabían ante un fotógrafo mediocre, muy preocupados por cómo saldrían, pero no el uno por el otro. Pág. 31

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