NADIE LO HA OÍDO
NADIE LO HA OÍDO
MARI JUNGSTEDT
(Trad. Gemma
Pecharromán Miguel)
Embolsillo, Madrid,
2011
Knutas miró el termómetro que había fuera de la ventana. Dos
grados. Con cierta tristeza constató que el mes de octubre, con su rojiza luz,
había quedado atrás. Octubre era su mes favorito: el aire frío y despejado, los
vibrantes colores de las hojas de los árboles, que iban del ocre al púrpura, el
olor a tierra y a manzanas. Las relucientes bayas de brillante color rojo de
los serbales y el bosque lleno de rebozuelos. El cielo azul. Ni demasiado calor
ni demasiado frío.
Pero ahora octubre había dejado paso al grisáceo mes de
noviembre, que difícilmente podía contentar a nadie. El sol salía poco después
de las siete y se ponía antes de las cuatro. Los días se irían volviendo cada
vez más cortos y más oscuros hasta la Navidad.
No era de extrañar que mucha gente se deprimiera en esta
época del año. Todos los que estaban fuera de casa se apresuraban en volver o
antes posible. La gente caminaba encogida bajo el viento y la lluvia, sin ni
siquiera fuerzas para mirarse. “Deberíamos hibernar como los osos –pensó
Knutas-. Este mes es sólo un período de transición, nada más”. Pág. 25