EL VIKINGO AFEITADO









EL VIKINGO AFEITADO. Relatos de escritores nórdicos.
AA VV
(Trads. Eva Liébana, Ursula Ojanen, Kristinn R. Ólafsson, Kirsti Baggethun y Martin Lexell)
Ediciones de la Torre, Madrid, 1999


El gran error de buena parte de la literatura mediterránea actual es su superficialidad. En De Profundis, Oscar Wilde dejó bien claro que lo más imperdonable era ser (voluntariamente) superficial. Adoptando ese mismo tono reflexivo, Luis Cernuda pensaba que pocas cosas había más lamentables que la tontería voluntaria. Y de tonterías voluntarias está llena nuestra literatura, circunstancias que la ha convertido en una literatura de tontos voluntarios. Por eso vengo aconsejando desde hace algún tiempo a mis amigos, a mis enemigos, a mis colegas que atienden a dos ramas fundamentales de la literatura de nuestro tiempo que, por diversas razones, se han visto obligadas a renunciar a la superficialidad. Esas dos ramas son la literatura de los judíos europeos de después del Holocausto, y la literatura nórdica, de cuyos últimos frutos es buena muestra esta antología.
Es obvio que la mejor literatura de antes y de ahora, la situada más allá de cualquier interés nacional o tribal, ha estado más interesada en iluminar los aspectos más oscuros de la condición humana que en contar historias sin más. Desde ese punto de vista bien puede decirse que literatura (la escritura) busca la oscuridad, pero sólo para iluminarla. Operación que nos conduce a una paradoja: los mejores escritores, los mejores literatos, no pretendían hacer exactamente literatura, sólo pretendían rasgar velos de Maya.
Y de velos rasgados están llenos los relatos que ahora presentamos.

Lo primero que se puede decir de los autores aquí reunidos es que, a diferencia de otros escritores de su misma generación oriundos de nuestras tierras, que deleitan a sus lectores encadenando situaciones y conversaciones de una banalidad humillante, los nuevos escritores nórdicos clavan sus bisturíes de cirujanos de nuestro tiempo en las heridas fundamentales de nuestra sociedad, con una economía de medios ejemplar y una ejemplar lucidez.
Pero vayamos por partes y dividamos el panorama en cinco capítulos fundamentales que corresponden a los cinco países nórdicos.

DINAMARCA

Empecemos con los daneses y con la historia de “Che”, de Anders Johansen: una fábula mordaz sobre el delirio hippi y la descomposición interna de la familia: una máquina que ya funciona siempre estropeada en toda Europa.
El segundo relato danés se titula “El virus del amor”, y lo firma Peter Poulsen. Se trata de la narración de un flechazo, con cierta dosis de crueldad en su ejecución. Toda la fábula sobre las ironías y los sarcasmos de la vida.
Utilizando un registro mucho menos romántico que Poulsen, en “Cuando Alexandra y Wilhein tuvieron un hijo”, Hans Jørgen Nielsen construye una estructura narrativa distante y eficaz, colocándonos delante de un espinoso problema: lo diferente que son las experiencia de la maternidad y la paternidad, una paternidad en plena crisis, y casi a punto de desaparecer como, desde el interior mismo del relato, demuestra Wilhein.
El relato siguiente: “William”, de Jan Sonnergaard, es duro como el hielo del invierno nórdico. Una narración cruel y por eso también una narración verdadera, que no quiere ocultar el horror, que no quiere ocultar nada, y que tiene un final tan implacable como la historia que narra el más insignificante de los personajes.
En “La mujer que llevo dentro” Bertill Nordahl hace una interesante reflexión sobre las cualidades consoladoras y liberadoras de la máscara. Una máscara que protege y a la vez convierte en objeto. La máscara de la feminidad, por ejemplo, que adherida a un cuerpo masculino se convierte en obscenidad.
El último relato danés, también firmado por Nordahl, es una breve y sofocante visión de la soledad en estado puro, que se hace mucho más dura el día del Señor.

FINLANDIA

Los cuentos finlandeses seleccionados tienden a ser más literarios que los daneses, aunque no por eso menos auténticos.
Empecemos por “Las cosas no son tan sencillas”, donde Seppo Lappalainen hace el retrato de un estoico. El estoicismo puede ser asunto romano y cordobés, pero la narración de Lappalainen deja claro que también puede ser un asunto finlandés.
“El sueño finlandés”, de Daniel Katz, está construido como una narración del folklore marinero, y es toda una radiografía mitológica del verdadero sueño finés: la mujer de los trópicos, pura brasa en la cama, pura imposibilidad, puro espejismo para habitantes de países muy fríos.
En “Muñeca, confesiones de los que sufren”, Juhani Peltonen nos presenta a dos amigos, patéticos y lúcidos, que se saben condenados “a la más alta pena. La soledad”. Otra vez la soledad del yo, tan insistente como aterradora, protagonizando otro relato nórdico.
El “El bóxer”, de Johan Bargum, asistimos a un curioso juego de malentendidos y sobreentendidos, muy bien narrado, donde la acaba pagando el personaje más alegre y dionisíaco de la historia: un bóxer dotado de mucho más sentido del humor que sus amos.
Y en “Seppo, Viljo, Pentti, Teemu, Risto, Jarmo”, el autor Petri Tamminen nos enfrenta a toda una galería de vidas paralelas por su soledad y su seudoexistencia, en un mar de estupidez asfixiante y envolvente, donde ningún títere tiene desde el principio cabeza, conformando entre todos una feria de marionetas descerebradas.

ISLANDIA

Con los narradores islandeses volvemos al tema de la pareja y el frío. Es el caso del relato “Perdiendo el norte”, de Böðvar Guðmundsson, donde asistimos a las pesadillas de un camionero con delirios otelianos, fiel hasta la misma náusea.
En amor.digit@l, Kristinn R. Ólafsson trata el tema de la nueva soledad: la de los misántropos que solo se comunican con el mundo a través del ordenador y que llevan hasta el límite su locura virtual, de soledad sin salida.
En “Hermandad femenina”, el último cuento islandés, Rúnar Helgi Vignisson teje una divertida fábula sobre las enfermedades conyugales, que pueden convertirse en pesadilla cuando se mezclan con delirios religiosos.

NORUEGA

Los cuentos noruegos aquí incluidos no son menos “fríos” que los ya mencionados. El cuento “El comodín” de Kjell Askildsen, por ejemplo. Se trata, como es bien frecuente en los autores nórdicos, de un cuento de invierno, aunque se desarrolle en otoño. El final de la historia se resuelve en separación, casi en extirpación de un órgano de visión que lo convierte todo “en un inmenso y desnudo paisaje”.
En “Nieve seca recién caída”, Øystein Lønn nos enfrenta, una vez más en este libro, al frío de la existencia y al frío de la muerte, que para los nórdicos parece ser el frío de todos los fríos, y que en el relato de Lønn acaba derivando en danza dionisíaca.
En “Sentimientos irracionales” Roy Jacobsen explora los infiernos conyugales con bastante humor. Se trata de una historia de vecinos en la que afloran sin esfuerzo los sentimientos más irracionales y crece el abismo que separa a los adultos de los niños.
En “La gaviota”, Ingvar Ambjørnsen nos cuenta una historia tan cotidiana como siniestra, y tan siniestra como significativa, que por su penetración recuerda al relato “Vecinos”, de Carver. Todo un ejemplo de economía narrativa y profundidad psicológica. Y todo un misterio esa gaviota del cuento.
En “El reverso del cupón B”, Øvinid Hånes ejecuta un concierto a dos voces y a cuatro manos, a la vez que hace una profunda reflexión sobre los viajes en el tiempo por los agujeros negros de la memoria.
En “Soñadores al atardecer”, Jonny Berg, siguiendo el saludable destino de otros narradores nórdicos, articula, en un relato tan simple como eficaz, una historia sofocante en torno a la idea psicológica de “estar encerrado”.
El encierro, la falta de salidas, la soledad interminable… Ideas que no le serán ajenas a cualquiera que se haya acercado un poco a la literatura nórdica de nuestros días.
En “Una especie de miseria”, de Terje Holtet Larsen, volvemos al tema de la ruptura y la soledad: al tema de la pareja que, como la familia, es una máquina que cada vez funciona peor. Y como ocurre en otras narraciones nórdicas, el absurdo tiene un papel fundamental en el desenlace de las miserias de esta narración.
En “Ratas, agua, boas, hombres altos y yo que vivo en lo alto de la cuesta”, Nicolaj Frobenius teje un poema narrativo, contado por un niño, que va hilvanando la historia de su vida como si fuese un collar de poemas con sus títulos: “las viejas”, “llueve”, “yo y nuestro secreto”, a través de los cuales asistimos a los juegos de luces y sombras de la infancia.
En el último relato noruego: “Mamá, papá, niño”, Tore Renberg narra el viaje de descenso a la soledad y a su frío a través de una serie de acontecimientos. La primera vez que sintió que era un cuerpo, la primera vez que se avergonzó, la primera vez que fornicó… Y la primera vez que se sintió irremediablemente solo.

SUECIA

Y finalmente llegamos a los narradores suecos, en los que percibimos un hiperrealismo muy en relación con el de los narradores daneses y noruegos, en una serie de relatos cuajados de tradición existencialista bien asimilada.
Empecemos por “Matrimonio descarrilado”, donde Göran Tunström cuenta, con saludable ironía, la historia de un amor loco entre dos revisores, uno de ellos experto en cuerpos astrales. Dos seres anodinos que, por un instante, se iluminan como cometas de una luz tan fatua como sus vidas.
En “La guardería”, Lennart Hagerfors construye una historia profundamente reflexiva sobre la relación de un padre metódico hasta la abominación con su hija pequeña, a la que tiene que dejar sola a la puerta de la guardería. Toda una reflexión sobre la individualidad, la soledad y el amor.
En “Con la cabeza descubierta”, de Klas Östergen, asistimos a otra historia llena de dolor. El relato gira en torno a la muerte del padre, y está lleno de penetrantes reflexiones sobre París, ciudad a la que el narrador se exilia para experimentar la pedagogía de la humillación.
En “Serenata” Peter Kihlgård construye una historia a modo de conversación imposible, en la que asistimos a la relación monstruosa entre un sujeto que se refugia en el coma y una mujer que se refugia en el amor al otro que no es él: que nunca fue él. Otro relato demoledor sobre la soledad, la desesperación, el no-lugar, el no-mundo…
En “Hockey sobre hielo” Mats Kempe teje un relato angustioso utilizando el más puro hiperrealismo que uno puede imaginar. Un padre y un hijo observan un partido de hockey. El hijo come golosinas sin parar, el padre le hace preguntas. Nada fuera de los normal, nada fiera del frío, nada fuera de la soledad.

Hasta aquí la lista de autores y relatos de esta antología, que quiere ser una muestra de lo que se está escribiendo ahora en los países nórdicos, si bien sólo del lado del hombre, como antes ya ofrecimos, en Hijas del frío, una muestra del lado de la mujer.
La gran ventaja de esta muestra, amparada por el oficio de toda una galería de excelentes traductores, reside en que se trata de una literatura con casi todas las cartas sobre la mesa, y que no pretende engañar, que probablemente nunca lo ha pretendido. Por su planteamiento antirretórico y su capacidad para indagar en los fondos más inquietantes de la condición humana puede ayudarnos, como la narrativa judía a la que me refería antes, a salir de nuestra superficialidad casi ancestral, conduciéndonos la mirada hacia el dedo que está dentro de la llaga, y hacia la misma llaga: el hombre de ahora mismo: solo, loco y profundamente desnaturalizado. He ahí el héroe trágico de nuestro tiempo, del que da buena razón esta antología boreal que ahora tienes en tus manos, lector.


Jesús Ferrero

Del prólogo © Jesús Ferrero 1999

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