EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ
EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ
JONAS JONASSON
(Trad. Sofía Pascual Pape)
Ed. Salamandra, Barcelona, 2014
Aún peor era la manera en
que se comportaban los bolcheviques. Eran unos guarros y bebían vodka tal como
los peones ferroviarios en casa, los mismos que colocaban raíles a diestro y
siniestro por todo Södermanland. El padre de Allan siempre se había preguntado cómo
podían estar tan rectos los raíles, teniendo en cuenta las cogorzas de
aguardiente que pillaban los peones del ferrocarril, y sentía una punzada de
recelo cada vez que las vías de tren suecas trazaban un quiebro o cambiaban de
dirección. Pág. 36
Fue entonces cuando el Jefe
tuvo la idea de formar Never Again siguiendo un estupendo plan (sus planes
siempre eran estupendos). En una primera fase, el club constaría de unos
cincuenta miembros distribuidos en tres secciones: “robo”, “droga” y
“extorsión”. El nombre de Never Again nació de la visión del propio Jefe, que
quería crear una estructura criminal lo bastante profesional y estanca para que
“nunca más” nadie diera con sus huesos en Hall ni en ninguna otra institución
de tales características. Never Again sería el Real Madrid de las
organizaciones criminales (al Jefe le gustaba el fútbol). Pág. 59
Sin embargo, Allan no
dividía a la gente por colores y siempre había creído que los discursos del
profesor Lundborg eran, cuando menos, estrafalarios. En cambio, hacía tiempo
que sentía curiosidad por conocer a su primer negro, o negra, le daba igual.
Por eso, soltó un suspiro de anhelo cuando leyó en el diario que Joséphine
Baker actuaría en Estocolmo, aunque tuvo que conformarse con Esteban, su blanco
aunque oscuro colega español en la técnica de los explosivos.
Se llevaban bien. De hecho,
compartían un cuchitril en el ala de la fábrica destinada a alojar a los
obreros. Esteban le habló de sus dramáticas circunstancias. Había conocido a
una chica en Madrid, durante unas fiestas, y había iniciado con ella una
relación más o menos inocente, ignorando que se trataba de la hija del mismísimo
dictador Miguel Primo de Rivera, un hombre con el que nadie se atrevía a
discutir. Gobernaba el país como le daba la gana y hacía lo que quería con el
desvalido rey. Pero ¡su hija era increíblemente bella! Pág. 79
Una mañana de agosto del año
anterior, el elefante apareció en el jardín de la Bella Dama robando manzanas.
De haber podido hablar, habría contado que la tarde anterior había escapado de
un circo en busca de algo que beber, puesto que los encargados de cuidarlo
habían hecho eso mismo en lugar de ocuparse de su trabajo.
Al anochecer había llegado
al lago de Helga y había decidido que no se conformaría con apagar la sed. “Me
sentará bien un baño refrescante”, debió de pensar, y se metió en el agua. De
pronto, sin embargo, el fondo del lago ya no estaba tan cerca y el elefante
tuvo que recurrir a su instinto innato y nadar. En general, los elefantes no
piensan de acuerdo con la lógica de los seres humanos, y éste en concreto dio
muestras de ello cuando, para regresar a tierra firme, optó por nadar los dos
kilómetros y medio que lo separaban de la otra orilla opuesta en lugar de dar
media vuelta y recorrer apenas cuarenta metros.
Esta lógica, llamémosla
elefantil, tuvo sus consecuencias. Pág. 94
Dos horas más tarde, Allan y
el guardia habían dado cuenta de la segunda botella. Mientras el grumete Ah
Ming iba y venía de la despensa sirviéndoles dulces. Con el paso de las horas,
Allan se fue achispando, pero el guardia, a quien pretendían emborrachar hasta
que acabara debajo de la mesa, se había quedado dormido, a falta de dicha mesa,
directamente sobre la cubierta.
-
Pues ya está-
dijo Allan, y miró al guardia inconsciente-. Ve con cuidado cuando retas a un
sueco a beber si no eres finlandés o al menos ruso. Pág. 148