EL AVENTURERO
EL AVENTURERO
MIKA WALTARI
(Trad. Pablo M. de
Salinas)
Ed. Plaza &
Janés, Barcelona, 1976
Nací y me crié en una lejana región a la que los geógrafos
llaman Finlandia; hermosos y apartado país desconocido para la mayoría de
quienes se consideran cultos. Los pobladores del Sur se imaginan que esta
tierra nórdica es desierta e inhóspita, que quienes en ella habitan son
salvajes que se visten con pieles de animales selváticos y que, más que hombres
libres, son esclavos del paganismo y la superstición. Semejante idea no puede
ser más absurda. Finlandia alardea de poseer dos grandes ciudades: la
fortificada Viborg, en el Este, y Aboa o Abo, donde nací, en el Sur. Por cuento
hace al paganismo y a la superstición, debe saberse que Finlandia, durante
muchas centurias, perteneció a la única y verdadera Iglesia, por más que en los
tiempos que corren sus habitantes son juzgados como apóstatas, ya que bajo la
férula del inhumano y rapaz rey Gustavo, esta tierra adoptó la doctrina
luterana y es considerada como un cordero descarriado del cristianismo redil.
¿Por qué maravillarse, entonces, de que sus hijos caigan de nuevo en el
salvajismo, la ignorancia y el pecado? Pág. 7
Aquella buena mujer me fue de mucha ayuda, pues habiendo
alimentado y cuidado a muchos estudiantes, sabía cuanto tenía que hacer para
ingresar en la Universidad. En primer lugar yo tenía que elegir un tutor, para
que, a su debido tiempo, estuviese habilitado, mediante las disputas
dialécticas en su escuela, para recibir el primer grado académico. Sólo se
podía gozar de los privilegios universitarios cuando estaba uno apadrinado por
un tutor. Mi patria era la nación alemana o germánica, a la que pertenecían
todos los que habían nacido más allá de las fronteras de Francia; yo tenía,
pues, que elegir un tutor inglés o alemán, en caso de no encontrar uno sueco o
danés. Personas tales, habían alcanzado ya el grado de Maestro, y según los
estatutos, debían dedicarse, durante dos años, a ser tutores gratuitos en la
Facultad de Artes, mientras proseguían sus propios estudios en una u otra de
las tres facultades mayores. Pero la posadera no había oído nunca hablar de
paganos tales como suecos y daneses.
-
Cuanto más lejos de su patria están los estudiantes,
tanto más se emborrachan y es peor su conducta –observó sombríamente-. Si en
realidad vienes de tan lejos como dices, no me sorprende que te hayan roto la
cabeza antes de llegar. Un pobre mortal debe sufrir las pruebas que Dios le
envía… y los estudiantes. ¡Él lo sabe!, no son los que menos tienen que
soportar. Esos muchachos de tierras lejanas y de cabellos rubios son fríos por
fuera y acalorados por dentro, como todos los moradores de los países fríos, y
por tanto necesitan beber más que los de piel oscura. Hasta un espíritu
sencillo podía aprender toda aquella filosofía natural en el Barrio Latino.
Págs. 80, 81.