SINUHÉ EL EGIPCIO
SINUHÉ EL EGIPCIO
MIKA WALTARI
(Trad. Manuel Bosch
Barrett)
Ed. Círculo de Lectores, Barcelona, 1981
Yo, Sinuhé, hijo de
Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro. No para cantar las alabanzas
de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para
alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo.
No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por medio del
porvenir ni por esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y
pérdidas que el vano temor no puede atormentarme y cansado estoy de la
esperanza en la inmortalidad como lo estoy de los dioses y de los reyes. Es,
pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de
todos los escritores pasados o futuros.
Porque todo lo que se
ha escrito hasta ahora lo fue para los dioses o para los hombres. Y sitúo
entonces a los faraones también entre los hombres porque son nuestros
semejantes en el odio y en el temor, en la pasión y en las decepciones. No se
distinguen en nada de nosotros, aun cuando se sitúen mil veces entre los
dioses. Son hombres semejantes a los demás. Tienen el poder de satisfacer su
odio y de escapar a su temor, pero este poder no les salva de la pasión ni las
decepciones, y cuanto ha sido escrito lo ha sido por orden de los reyes, para
halagar a los dioses o para inducir fraudulentamente a los hombres a creer en
lo que ha ocurrido. O bien para pensar que todo ha ocurrido de manera diferente
de la verdad. En este sentido afirmo que desde el pasado más remoto hasta
nuestros días todo lo que ha sido escrito se escribió para los dioses y para
los hombres.
Todo vuelve a empezar
y nada hay nuevo bajo el sol; el hombre no cambia aun cuando cambien sus
hábitos y las palabras de su lengua. Los
hombres revolotean alrededor de la mentira como las moscas alrededor de un
panal de miel, y las palabras del narrador embalsaman como el incienso, pese a
que esté en cuclillas sobre el estiércol en la esquina de la calle; pero los
hombres rehúyen la verdad.
Yo, Sinuhé, hijo de
Senmut, en mis días de vejez y de decepción estoy hastiado de la mentira. Por
esto escribo para mí solo lo que he visto con mis propios ojos o comprobado
como verdad. En esto me diferencio de cuantos han vivido antes que yo o vivirán
después de mí. Porque el hombre que escribe y. más aún, el que hace grabar su
nombre y sus actos sobre la piedra, vive con la esperanza de que sus palabras
serán leídas y que la posteridad glorificará sus actos y su cordura. Pero nada
hay que elogiar en mis palabras; mis actos son indignos de elogio, mi ciencia
es amarga para el corazón y no complace a nadie. Los niños no escribirán mis
frases sobre la tablilla de arcilla para ejercitarse en la escritura. Los
hombres no repetirán mis palabras para enriquecerse con mi saber. Porque he
renunciado a toda esperanza de ser jamás leído o comprendido. Págs. 5, 6.
Merit, me dijiste un
día que la mentira podía ser más exquisita que la verdad si el hombre es
solitario y su primera primavera está deshojada. Por esto te digo que mi
corazón ha permanecido joven y florece al volver a verte, y los años que nos
han separado han sido largos y durante estos años no ha transcurrido día en que
no haya confiado tu nombre al viento, y con cada golondrina te he mandado un saludo
y cada mañana me he despertado murmurando tu nombre. Pág. 342.