EL ECLIPSE DE SOL

Eran Stina, de la Montaña de los pastizales; Lina, de la granja de los Pájaros; Kaisa, del Pantanito; Maya, de la Gran Altura; Beda, de las Tinieblas Finlandesas; Elin, la joven que habitaba la antigua casa del soldado, y tres o cuatro mujeres más. Vivían en el más apartado extremos del concejo, al pie de la Gran Altura, en una comarca tan pedregosa y tan poco fértil, que ningún gran propietario del país había tenido intención nunca de apropiarse. La casa de una de ellas estaba edificada en una meseta desnuda de la montaña, en la roca misma; la de otra se alzaba a la orilla de una turbera; una tercera habitaba en lo alto de una colina, tan escarpada, que se cortaba la respiración para subir a ella. Y si, como cosa extraordinaria, una de ellas poseía un terreno menos estéril para el emplazamiento de su cabaña, que la montaña dominaba, era tal que no veía el sol desde la feria de otoño hasta el día de la Anunciación. Todas habían roturado un trocito de campo, cerca de su c...