LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES





LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES
STIEG LARSSON
(Trad. Martin Lexell y Juan José Ortega Román)
Destino, Barcelona, 2009


Mikael metió el ordenador de Lisbeth en la casa, conectó la alarma y cerró con llave la puerta de la calle antes de salir a buscarla. Veinte minutos más tarde, la encontró en un muelle del puerto, sentada con los pies metidos en el agua y fumando un cigarrillo. Ella lo oyó aproximarse y Mikael advirtió cómo los hombros de Lisbeth se tensaron. Se detuvo a dos metros de ella.
-         No sé qué he hecho mal, pero no ha sido mi intención alterarte.
Ella no contestó.

Se acercó y se sentó a su lado, poniéndole cuidadosamente la mano sobre el hombro.
-         Por favor, Lisbeth, dime algo.
Giró la cabeza y lo miró.
-         No hay nada de qué hablar –dijo-. No soy más que una freak.
-         Si yo tuviera la mitad de tu memoria, sería feliz.
Ella tiró la colilla al agua.

Mikael permaneció callado un largo rato. “¿Qué le puedo decir? Eres una chica completamente normal. ¿Qué más da si eres una chica un poco diferente? ¿Qué imagen tienes de ti misma en realidad?”.
-         La primera vez que te vi ya me pareciste diferente –dijo él-. ¿Y sabes una cosa? Hacía mucho tiempo que nadie me caía tan bien desde el primer momento.

Unos niños salieron de una cabaña al otro lado del puerto y se tiraron al agua. Eugen Norman, el pintor al que Mikael seguía sin conocer, estaba sentado en una silla delante de su casa chupando una pipa y contemplando a Mikael y Lisbeth.
-         Deseo ser tu amigo, si tú me dejas –dijo Mikael-. Pero eso lo tienes que decidir tú. Me voy a casa a prepara más café. Ven cuando te apetezca.

Se levantó y la dejó en paz. Sólo había subido la mitad de la cuesta cuado oyó los pasos de ella detrás. Regresaron juntos sin pronunciar palabra. Págs. 487, 488. 

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