LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA






LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA
STIEG LARSSON
(Trad. Martin Lexell y Juan José Ortega Román)
Destino, Barcelona, 2009


Nunca leyó lo que Mikael Blomkvist había dicho para la edición digital de Aftonbladet. Hasta el martes, cuando reprodujeron sus palabras en un informativo de la tele, no descubrió que Blomkvist había dado una información manifiestamente engañosa. Mikael afirmaba que Dag Svensson fue contratado para escribir un reportaje sobre “la seguridad informática y la intrusión informática ilegal”.
Lisbeth Salander frunció el ceño. Sabía que la afirmación era falsa y se preguntó a qué estaba jugando Millennium en realidad. Luego, comprendió el mensaje y mostró la segunda sonrisa torcida del día. Se conectó al servidor de Holanda e hizo doble clic sobre el icono bautizado como MikBlom/laptop. Encontró la carpeta “Lisbeth Salander” y el documento “Para Sally” en el escritorio. Hizo doble clic y lo leyó.
Presa de sentimientos encontrados, se quedó inmóvil ante la carta de Mikael. Hasta ese momento había sido ella contra el resto de Suecia, lo que constituía una ecuación bastante clara. Y ahora, de repente, contaba con un aliado o, por lo menos, con un aliado potencial, que declaraba que creía en su inocencia. Pero era el único hombre de toda Suecia al que no deseaba ver bajo ninguna circunstancia. Suspiró. Mikael Blomkvist se le antojó, como siempre, un condenado e ingenuo do gooder. Lisbeth Salander no había sido inocente desde los diez años. Págs. 481, 482. 

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