SANGRE DERRAMADA






SANGRE DERRAMADA
ÅSA LARSSON
(Trad. Mayte Giménez y Pontus Sánchez)
Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010



- Las ninfas de los bosques se atan los cordones de sus zapatos nuevos hechos con corteza de abedul de la más esponjosa. Es una auténtica competición de princesas. Se olvidan de todo, bailan y salen a los prados aunque pueda pasar algún coche. Desgastan el calzado mientras los pequeños duendes, escondidos entre los árboles, observan con los ojos muy abiertos. Pág. 14

- Rebecka continuó cruzándose con los grupos. Todo el mundo andaba con la cinta métrica preparada en el bolsillo. Se medían unos a otros. Se comparaban a sí mismos. Sueldo. Casa. Nombre. A quién conocían. Qué habían hecho en verano. Uno se estaba construyendo una casa en el municipio de Nacía. Otro andaba buscando un piso más grande ahora que había tenido el segundo hijo, preferiblemente en el lado bueno del barrio de Östermalm. Pág. 30

- Hablar con la gente le exigía un esfuerzo, pero estar allí sola con la copa vacía le resultaba una pesadilla. Como una pobre planta de interior que ni siquiera puede pedir agua. Pág. 31

- Cuando vivía, él sabía si ella estaba en casa o no. En cuanto ponía un pie al otro lado de la puerta. “Eso no tenía nada de extraño –solía decir-. Los bebés pueden percibir el olor de su madre aunque esté en otra habitación. De adulto no se pierde la capacidad. Simplemente, no queda englobado en nuestra consciencia, por eso se habla de intuición y del sexto sentido. Pág. 117

- “Si te quieres quedar conmigo, yo me alegro”, le decía cuando estaba viva. “Pero eres una persona adulta. Elige tu propia vida”. “¿Estaba bien aquello?”, vuelve a pensar como tantas veces antes. “¿Se puede tener tanta falta de compromiso? Yo vivía su vida al completo. Claro, fue elección mía. Pero en el amor, ¿no hay que intentar encontrarse?”. Pág. 135

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